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Pensar es bueno, diría que hasta necesario, salvo cuando
quien lo hace no aporta la lucidez mínima requerida. Normalmente, intento
escapar del uso de escribir sobre determinados temas y, aún menos, en primera
persona. Pero hoy, con tu permiso, se me antoja hacerlo de paso en relación a
un movimiento de moda, más o menos controvertido, que satisface a unos e irrita
a otros. Uy, creo que me estoy metiendo en un tema delicado, por lo que hilaré
fino y de forma constructiva, desde el respeto y la consideración.
Fuente imagen: Facebook |
No puedo entrar a valorar los motivos que llevan a algunas
personas a hacer lo que hacen porque la desesperación puede llegar a ser el
paso previo a la "locura". Sí, valga mi repulsa, para aquéllos que se
valen de las desgracias ajenas para sus fines particulares o, a lo peor,
partidistas.
Pero, como este blog no ha nacido para convertirse en foco
de opiniones socio-políticas, sino en un punto de encuentro de actitudes y
sendas de motivación hacia el empleo y el emprendimiento, procuraré darle el
mejor sentido a las palabras que vienen a continuación.
En varias ocasiones he atendido, con agrado como siempre,
emails y comentarios criticando la actuación presuntamente irregular de algunos
empleadores: amiguismo, falta de profesionalidad y hasta despropósito, entre no
pocas lindezas.
No puedo quitar razón en el fondo pues –repito- en la
desesperación cabe el injusto impulso de generalizar y pensar que todos son
iguales y, en realidad, no es así. Como en todos los ámbitos, los habrá buenos
y malos, profesionales e impersonales, justos e injustos. Por tanto, ante eso,
sólo puedo añadir que hay que seguir luchando con la misma convicción porque,
realmente, es la próxima oferta de trabajo a la que debemos prestar mayor
atención. Siempre es la próxima, hasta que consigamos nuestro propósito. Y
cuando se hace bien y con paciencia, al final, el resultado es en gran
medida el esperado.
Para ello, no se me ocurre nada mejor que hacer referencia
al personaje de la última biografía que me he leído.
Martín Luther King, un líder carismático y transgresor que
trató de acceder a lo más intimo de las personas para tratar de cambiar el lado
más injusto de la esencia de la sociedad. Por cierto, su nombre no era Martín
Luther sino Michael y te traslado con cierto estupor lo que contaba que le pasó
de niño:
"Cierto día en el
que paseaba junto con mi padre por una calle periférica de Atlanta entramos en
una zapatería, y nos acomodamos en unos asientos que estaban vacíos. Poco
después, se nos aproximó un dependiente de piel blanca, el cual nos espetó:
- Les agradeceré, si
desean que les sirva, que pasen a los asientos posteriores, pues éstos están
reservados a los clientes blancos.
- Oh -replicó
rápidamente mi padre con firmeza- , estos asientos ya son bastante cómodos para
nosotros.
- Lo lamento -arguyó
el dependiente-, pero tienen que mudarse de asiento.
Mi padre, cuya
paciencia empezaba ya a flaquear, respondió con sequedad al dependiente:
- Está bien, entonces,
o adquirimos los zapatos sentados aquí o no los compramos.
Tras lo cual,
tomándome de la mano, salimos sin los zapatos.
- No sé cuánto tiempo
tendré que soportar este sistema injusto -murmuró mi padre ya en la calle-,
pero jamás lo aceptaré."
Sintámonos ahora en la piel del candidato... A veces, cuando
intentamos acceder a un empleo, nos podemos llegar a ver en aquella
"zapatería" como si fuéramos un pato a la deriva -tal como le sucedió a Martin L.K- y ver cómo
"pisotean" nuestras expectativas de futuro, se escapan nuestras ilusiones y, a
lo peor, hasta nuestra dignidad. Indefenso en un entorno hostil... En tal caso, ¿es momento de agredir o de
aprender, lo es de escapar o de luchar?. Ya sabes mi respuesta…
Decía Martín L.K. que "Resistencia pasiva no es un nombre adecuado para la resistencia no
violenta. Esta resistencia pasiva es mucho más activa que la segunda. Es
directa, sin descanso, y tiene tres cuartas partes invisibles y una cuarta
parte visible."
De esas tres invisibles, yo esgrimiría para tí tu paciencia en tu afán de superación, tu actitud infranqueable para levantarte
tras cada caída y, sobre todo, tu motivación,
que te impulsa al éxito que mereces. La parte visible, cómo no, pasa por la disciplina, el saber interpretar la
condición de candidato como una profesión en sí dedicándole todos los días el
tiempo necesario a la formación y la búsqueda de nuevas oportunidades. Así se
forjan los "valientes" (un guiño especial para los amigos que se
sienten nacidos de la “Fábrica de Valientes”).
Ahora, como ves, lejos de sembrar polémica en torno a
movimientos controvertidos, he preferido
compartir contigo una anécdota de una persona con una convicción admirable. He
querido ofrecerte desde mi lado más humano un apoyo incondicional en mis
palabras para animarte a luchar incansablemente por mejorar en tu día a día,
por reinventarte. ¿No crees que te mereces una oportunidad para alcanzar tus
objetivos?.
No creo en la violencia y sí en la “no violencia”, pero hay
que tener fe en ella, aún cuando te rodeen las peores condiciones. Es necesario que lo hagas para no
abandonar la esperanza. No aceptes jamás la derrota y persigue la “no violencia”del valiente, del que "hace", no la del cobarde, del que espera.
¿Te animas?
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