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Hay muchas formas de hacer frente a la vida cuando ésta nos
planta cara. Bien cierto es que cuando te muestra su cara más amable te sientes
dichoso y pocos “peros” pones, aunque, ¿qué harás cuando gruñe y te da la
bofetada?. Sabes que tu reacción no será la misma...
Quizás te surja eso de “Qué mala suerte he tenido” o aquello de “Señor, he hecho todo lo que he podido…”. Tanto si te mueve lo racional o lo divino, en momentos de dificultad, el ser humano se aferra a todo, incluso a su propia desgracia, para encontrar sentido a su vida y, por qué no, a la de los que le rodean.
A la hora de afrontar la realidad hay factores vitales para
sacar el máximo partido. Factores traducidos en palabras tan especiales como: actitud,
lucha, ambición, humildad, superación, sueño, dignidad, sacrificio, etc, y,
sobre todo, éxito.
Desarrollar y potenciar cada una de ellas, en ocasiones,
sólo depende de ti. Y como yo soy de los
que piensan que siempre se puede hacer algo más, sin duda, te diré que “siempre se puede hacer algo más o, al menos, algo diferente”. No voy a negar la mayor
cuando se trata de encontrar empleo. La solución, aunque no deja de ser
importante seguir haciendo muchas de las cosas que haces hasta ahora, no
estriba en responder al día siguiente a una oferta más de trabajo que el día
anterior. Además de lo que has hecho hasta ahora necesitas ese “algo más”.
Me consta que supone un gran esfuerzo para ti, tanto si eres
de los que buscan incorporarse al mercado laboral, como si deseas salir de tu
situación de desempleo o, simplemente, estás entre aquéllos que necesitan cambiar para
crecer profesionalmente. El esfuerzo, a veces, supone un mayor desgaste a nivel
psicológico pues ves pasar los días sin esperanza de conseguir lo que sabes que
te mereces. Pero... ¿Has llegado a pensar si te lo mereces?. O mejor dicho, ¿si
te lo mereces más que ese otro que ha conseguido el trabajo al que has
presentado tu candidatura?. Ahí está el quid de la cuestión: hay todo un
ejército de troyanos dispuestos a luchar por lo mismo que tú, que nosotros, y nuestro éxito hay que fundamentarlo.
Por eso y mucho más, volviendo a esas 1001 formas de ver la
vida, permíteme comenzar por la primera de ellas y, para mí, la más importante:
La primera.
Le llamo “la primera” porque es la que antes viene a la
cabeza, la que más te motiva y la que más te impulsa al éxito. Es la primera
porque siempre es punto de partida, porque no hay nada antes de ella, ni bueno,
ni, por supuesto, nada malo.
Es la forma de ver las cosas que te hace pensar en el
presente y soñar con el futuro, es parte de ti y de mí, es pasión y
temperamento, es fuerza de voluntad y, al mismo tiempo, debilidad por las cosas
bien hechas.
También es motivo para recordar a los que quieres, para
olvidar a los que te hieren; es veneno en la sangre que te hace reaccionar y,
por qué no, azúcar cuando te tienes que rectificar. Es un paso hacia delante,
un impulso de virtud y un último suspiro si te has vuelto a caer.
Fuente imagen: jovenesletrados |
Es mi forma de ver y tu forma de sentir, soy yo y, no en
menor medida, tú. Posiblemente, un modelo de esperanza y una virtud en el
bolsillo; es potencia en el sueño y corazón de león; es una moneda lanzada al
aire con mi cara y la tuya, donde no haya cruz; es un grito al esperpento y un
guiño a la actitud.
Es creativa y luz de día, es estrella cuando cae la noche y
tú mismo elevado al infinito, es muchas cosas y al mismo tiempo lo que más deseas.
Es motivación en caldera de sueños, es tu mejor sonrisa para romper muros y,
con ese “algo más”, realidad para un futuro.
Ésta, para mí, es la primera y más importante de las 1001 formas de ver las cosas, de ver y afrontar la vida…
De las otras mil ya no me acuerdo.
¿Te acuerdas tú…?
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