Seguro que
en más de una ocasión te has preguntado cómo has podido perder esa oportunidad
que has tenido de conseguir algo tan importante para ti… En ocasiones, influyen
muchos factores, es cierto pero, permíteme que te lo diga así de claro, la
culpa es tuya. Podría ser más sutil, querría ser más condescendiente, pero la
realidad es esta. Y no creas que es una crítica destructiva, todo lo contrario.
Y te diré por qué:
Tuya,
sencillamente, por estar en el lugar equivocado en el peor momento; tuya,
irremediablemente, por haber mirado a otro lado y distraerte con las estrellas
que nunca alcanzarás, no prestando atención a lo que te rodea; tuya,
lamentablemente, por preocuparte más en mirar atrás que en mirar hacia
adelante.
Dicho esto,
por si aún te quedaba alguna duda, la culpa no es fácil de llevar para muchos,
pero supone un alimento necesario para crecer. No en vano, el error es el mejor
abono para la experiencia y la única forma de llegar a la realización personal,
al éxito profesional.
Decía
Charlie Chaplin, y yo me suscribo, “Nunca renunciaré a la libertad de
equivocarme”. Pero, con tu permiso, añado “si con ello aprendo a corregir mis
errores”. Faltaría más… Aunque no creas que todos lo vemos del mismo modo. Fundamentalmente,
existen tres tipos de personas en función de cómo afronten su propia realidad.
No voy a
catalogarlos con el ánimo de ensalzarlos o de hundirlos porque, evidentemente,
cada uno es como es, pero si me atreveré a citarlos para llamar a la reflexión
a aquéllos que deseen mejorar “su existencia”. Porque, no nos llevemos a error,
de alguna forma, todos sin excepción somos susceptibles de mejora, de grandes
mejoras (yo, el primero).
Los tres perfiles
a los que hago alusión son los siguientes:
El que no
pide y no se conforma
Este individuo, se hace notar pero nunca
aporta nada positivo, es inconformista por naturaleza pero no está dispuesto a
hacer gran cosa más allá de la crítica destructiva o la queja (y aprovecho para
dejar caer una frase lapidaria de Napoleón: “La queja es el lenguaje de la
derrota”). Tiene especial capacidad para detectar los errores ajenos, los
defectos que casi todos “menos él” sacan a diario. Es un Superman sin capa, un
charlatán sin megáfono y, para muchos, un grano más allá de la espalda.
El que pide
y se conforma con poco.
Suele formar parte de grupos numerosos,
ayuda a la comunidad, trabaja en silencio y celebra los éxitos en su interior. Es
capaz de mucho más de lo que muestra pero, en la mayoría de los casos, él no lo
sabe. De hecho, algunos de ellos son talentos aún sin descubrir, excelentes
profesionales con gran potencial que no terminan de despuntar, a veces por
elementos ajenos, a veces por ellos mismos. Es peón de ajedrez, es amigo fiel perdido
en sí mismo y aliado necesario para líderes con pretensiones.
El que pide
mucho y no se conforma con menos.
Es el que se atreve a dar el primer paso
hacia lo desconocido y, a la vez, el que es capaz de hacer que le sigan. Está
dotado de la palabra y, lo mejor, es que sus hechos la suscriben. Es capaz de
aportar un plus de actitud y contagiar ilusión allá donde otros no son capaces
de verla; capaz de extraer motivación de mentes áridas. Es paso firme, es el
acelerador de una comunidad, es la estrella polar y capaz de cargar con la admiración
y la envidia de otros a partes iguales.
No seré yo
quien te diga a qué grupo perteneces, aunque intuyo a cuál te gustaría sumarte
si aún no lo has hecho. La vida pone a cada uno en su sitio pero, por si a
estas alturas de la misma no te has dado cuenta, a ti te toca hacer algo para
llegar a él.
Sólo te
plantearé dos cuestiones más:
Si miras
atrás, ¿podrías decir que todo lo que has hecho es lo que debías hacer para
alcanzar el objetivo que te has marcado?. No me respondas ahora porque creo
conocer la respuesta (supongo que será la misma que la mía cuando me hice la
misma pregunta).
Y si ahora
dejas de mirar atrás y te digo… A partir de hoy, ¿qué piensas hacer para
corregirlo y apostar por tu futuro, ese que siempre has deseado?.
Si no encuentras respuestas adecuadas a estas cuestiones... La culpa es tuya.
Permíteme que insista:
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