27 de mayo de 2016

La bruja de mi jefa

E
Es cierto que a la hora de catalogar a las personas hay que ser cuidadoso (muy cuidadoso) pero… ¿Qué me dices si pretendes juzgarla?. Hay quien piensa que no debe, pero lo hace por instinto; quien se ve con el derecho a hacerlo; y quienes no piensan ni ven. No es falta de criterio, sólo una forma de ver las cosas, otra forma de valorar a los demás que, a priori, no entro a valorar. Y tú, ¿tú de quién eres?.

Si te das cuenta, de las personas contamos tanto lo bueno como lo malo, sin embargo, cosas de la vida, lo malo se magnifica y crece mientras que lo bueno casi que llega a diluirse en el tiempo. Somos como somos y difícilmente vamos a cambiar si no estamos dispuestos a hacer gala de “eso tan difícil” de no hacer a otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti.

Y, en este sentido, no me negarás que a la hora de hablar de los jefes… La cosa toma otra magnitud.


Pues yo tengo una teoría al respecto que me gustaría compartir contigo. Es más, incluso te voy a pedir que opines porque no es un tema fácil de tratar.

Es evidente que la figura del jefe conlleva algunas particularidades por la responsabilidad inherente al puesto pero, sin duda, tras él no deja de haber una persona con todos sus defectos y virtudes. Entonces… ¿Por qué es más fácil ver los defectos en un jefe que sus virtudes?. ¿Por qué éstas últimas pasan desapercibido e incluso caen en el olvido cuando ejecuta órdenes que “no gustan”?.

Según mi teoría a la que hago referencia, existen dos tipos de jefes: los que ejecutan órdenes y los que comparten órdenes. Y créeme, no es lo mismo. Te pondré un ejemplo muy básico:

Un Jefe de ventas le dice a uno de sus vendedores:
 - Este año, tus objetivos son un 15% más sobre ventas del pasado ejercicio. Ya sabes aplicarte y trabajar muy duro si no quieres que cambien las cosas para ti.
- Este año, tus objetivos se han incrementado por tu buen trabajo durante el pasado año. Vas a necesitar mucho trabajo y dedicación, pero estoy seguro que podrás con ello y más aún. Ahí estaré yo para ayudarte a que lo consigas.

El mensaje es el mismo: “he subido tus objetivos” y, sin embargo, la percepción por parte del empleado no es, ni por asomo, la misma. Y es que, amigo mío, hay jefes que son jefecillos y jefes que son líderes. No me atrevo a preguntar cual prefieres porque entiendo que es tan obvio que no procede.

La capacidad para generar ilusión en las personas es un don pero la necesidad de ayudar a los demás es una obligación, máxime cuando están bajo tu responsabilidad. A fin de cuentas, de ellos depende tu propia evolución en la empresa (en caso de que seas jefe) y no es de persona inteligente machacar a los únicos que podrán sacarte las castañas del fuego en tus momentos profesionales más delicados.

Por otra parte, siempre hay personas tóxicas, con mando y disfunción gerentil que dan otro color y sabor a la vida que no tienen cabida en este post.

Es por eso que me atrevo a decir que yo apuesto por los magos, por las brujas, por aquéllos que saben sacar de todos nosotros, de los que les rodean, lo mejor de sí mismos pero, no con amenazas, sino con dosis de motivación. Tan fácil como sacar un conejo de la chistera, tan impresionante como sentir los efectos de una varita mágica…

Dicho esto, habrá quien quiera decir bien alto:
"Quiero una bruja que me abra los ojos cuando no sé a dónde mirar,
una bruja que consiga que salté más alto de lo que nunca lo he hecho sin temer la caída,
una bruja que consiga que vea el mejor reflejo de mí mismo cuando me miro al espejo,
quiero una bruja que espante los complejos,
una bruja que me haga sacar pecho
y una bruja que haga disfrutar con el trabajo".


Y tú, ¿quieres una bruja en tu vida?

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