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Hay quien está tan preocupado de mirar su propio ombligo que
no acierta a ver el resto del mundo, todo ese universo que nos rodea. Se
reprime a la hora de ver lo positivo en los demás y, sin embargo, cuenta sus
virtudes a miles. ¡Pobre infeliz!. Pero no vengo a hablar de él, sino del
centro del universo. ¿Sabes a cuál me refiero?. Quizás, a priori, puedas leer
más allá de mis palabras y sientas que nada tiene que ver con tus prioridades.
A decir verdad, cada persona debería tener su propio universo y vivir en él
marcando su mejor órbita.
¿Quién marca el rumbo de los que te rodean?. ¿Y el tuyo?.
Vete a saber pero, en cualquier caso, nada tienen que ver unos con otros
porque, por norma general, cada cual usa distinta vara de medir la felicidad, los valores, las prioridades, los deberes (las obligaciones) y un sin fin de...
Un niño, dejado llevar por su inocencia y desconocimiento de
la realidad es capaz de imaginar un universo de colores, lleno de juguetes,
envuelto en nubes de juegos y castillo de besos, de mimos y siempre envuelto de
la sombra de sus padres… Hasta que se convierten en adolescentes, momento en el
que se diluye esa inocencia y comienzan a marcar otras prioridades.
Si dejamos de hablar de niños, esa cuestión que planteaba
anteriormente, suena a toda una declaración de intenciones con color de firme
compromiso. Cierto: son palabras contundentes.
Sin embargo, si nos fijamos en aspectos menos profundos,
aunque no banales, como lo profesional, ¿crees que la cosa toma otro cariz?.
Pues veamos: de joven, podemos decir que la profesión es “estudiante” y, más
bien pocos, muy pocos, hacen de sus estudios el centro de su universo. Más
adelante, a medida que se avanza en edad, sí es cierto que vemos a personas absorbidas
por el trabajo, algunos –incluso- obsesionados (recuerda que son esos que han
olvidado aquello de Trabajar para vivir y no vivir para trabajar.
¿Seguimos apuntando hacia el centro?. Sigamos.
En las empresas. ¿Qué crees que sucede en las empresas?.
Dejo que lo pienses durante unos instantes y… Voy a ello:
En ellas he de destacar dos aspectos fundamentales
que, como bien decía José Manuel Muriel, experimentado y vivaz ejecutivo de
éxito en la jungla de las empresas,
“Lo más importante que tiene una empresa no es su
producto,
su marca o sus estrategias de marketing. Son las personas”
su marca o sus estrategias de marketing. Son las personas”
Doy fe, y por mi experiencia me sumo a ello e invito a
cualquiera que dude de la veracidad de estas palabras a repasar conmigo todas
sus connotaciones.
Hay dos perspectivas dignas de valoración y desde las cuales
resulta difícil echar la vista hacia otro lado y no reafirmarse en que las
personas son, sin duda, el centro del universo de toda empresa. A saber:
-
- Visión externa. Es decir, hacia el exterior, en el que el cliente es la razón de ser de cualquier empresa y, aunque a no pocos les pese, el centro del universo de su actividad, lo que da sentido al trabajo que realizan y la inspiración para cualquier apuesta a la innovación. Y lo peor es que aún existen trabajadores dentro de empresas que tratan a los clientes desde un púlpito, tratándoles como seres de segunda sujetos a las normas y dictámenes que desde su falsa posición de superioridad le dicta su conciencia vacía de argumentos. Afortunadamente, hay más que piensan que los clientes son una parte importantísima que da valor a toda compañía que se precie de querer vender. No en vano, las empresas existen para intentar cubrir ciertas necesidades de otras personas (clientes). ¿Acaso has pensado qué sería de ellas sin clientes?. ¡Qué desastre!
- Visión interna. O sea, mirando hacia el interior de la propia empresa y sin abandonar el concepto fundamental de PERSONAS (con mayúsculas)… ¿A qué me puedo referir?. Exactamente, a los empleados. Si decía que no habría empresa si no hubiera clientes que demandaran servicios o productos que pudieran comercializarse, es evidente que las empresas perderían identidad si sus empleados no se involucraran en el proyecto de la misma. Cuántas veces habrás oído que una empresa vale lo que valen sus empleados. Yo, muchas. En las empresas debería ser una prioridad el buen ambiente de trabajo que, sin duda, lo propician las personas (mal asunto cuando se cruzan u obstaculizan las denominadas tóxicas –y ahora hago un inciso para decir que cuando digo tóxicas me refiero a las personas, sin distinción de género, porque en el anterior post me tacharon de poco menos que sexista- porque éstas malgastan su potencial en lo superfluo, porque desgastan los ánimos de los demás, porque, en definitiva devalúan la empresa y eso, no te quepa la menor duda, lo captan los clientes. Seguro que hay algún sitio al que no vas porque hay alguien tras el mostrador, tras la mesa o la ventanilla que no te trató bien y evitas tener nuevo contacto con él a pesar de que la empresa en sí y lo que te ofrece sí te resultan atractivos).
Pues, como has podido ver, tanto desde un punto de vista
como de otro, puedo decir, podemos decir, sin temor a equivocarnos que el
centro del universo para toda empresa es la persona, LAS PERSONAS. Y lo digo a
boca llena, convencido.
A los profesionales de RR.HH. en particular y a los directivos de las empresas en general, trabajadores todos: hagan de esta verdad una realidad, propicien la humanización de las empresas y tendrán los mejores profesionales, los más motivados, preparados para afrontar todos los retos y abordar los deseos de sus clientes que ganarán en satisfacción.
Y ahora, a ti, te digo, desde el otro lado de la red, a través de
estas palabras, desde mi humilde convicción, como amante ocasional y profesional vocacional de la
venta…
¿Quieres ser el centro de mi universo?
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