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Hay momentos en los que te planteas situaciones en las que
debes tomar una decisión y otros, simplemente, en los que te viene la respuesta
acompañando a la pregunta. Pero he de reconocer que éstas últimas son poco
frecuentes. De hecho, dudo que no hayas pronunciado alguna vez (o quizás,
muchas) la socorrida frase “Si lo hubiera sabido antes…”. Pues no te preocupes:
Nadie nace “sabiendo” ni muere “sabido”.
Los Triple A o
superhéroes. Son esos que presumen de saberlo todo, todo, todo (como el
papá de la niña que sale en el spot TV) y terminan una conversación con “A” mi
no hay nadie que me gane haciendo… “A” mi no me lleva nadie la contraria… “A”
mi no hace falta que me expliquen nada… Las AAA hacen de esos superhéroes, en
mi humilde opinión, unos villanos porque coartan al resto y no dan cabida a
nuevas versiones de la vida si no son idénticas a la suya. No hay creatividad,
no existe la innovación. En el trabajo, suelen llevar a la quiebra a susempresas o, en el mejor de los casos, a ellos mismos al despido.
Los Doble B o
acomodados. Son aquellos que han alcanzado un determinado nivel de
conocimiento y dominado una serie de habilidades con las que se sienten satisfechos y deciden
interrumpir cualquier acceso a otros aprendizajes. Suelen decir “B”asta de
aprender más cosas a estas alturas de mi vida… “B”ueno, para lo que me queda…
Son personas conformistas en ese sentido y, aunque participan de su entorno,
son ciertamente impermeables a nuevos paradigmas. Afortunadamente, no suelen
ser personas jóvenes.
Los del “Quiero” o
aprendices de mucho. Éstos son los que necesitan ampliar su visión personal
y profesional a través del aprendizaje y, ante lagunas de conocimiento se
proponen compensarla con más formación y experiencia, bien por requerimiento de
sus propias circunstancias, bien por el placer de aprender. Suelen rematar su
argumentario con “Quiero” saber cómo… “Quiero” entender por qué… “Quiero”
llegar a ser. Son personas con carácter emprendedor y sin miedos ocultos a
desplazar su zona de confort para plantearse nuevos retos. Entre ellos se
incluyen los denominados “aprendices de mucho y maestros de nada” y, por
supuesto, “los parados inquietos”.
Los del “Para·qué” o
asfixiados. Un tanto descentrados en sus expectativas, suelen rechazar toda
via abierta al saber por falta de motivación aunque reconocen sus carencias.
Son los que se excusan con los lamentables “Para·qué” voy a hacer esto si… “Para·qué”
voy a ir a… “Para·qué” voy a pensar en… y concluyen con el deprimente “…Si al
final no lo voy a conseguir, no lo voy a saber hacer, no me van a seleccionar a
mí”. Ni siquiera se dan la oportunidad de creer en ellos mismos. Viven
asfixiados pensando que todo lo malo les puede y debe pasar a ellos, abonados a
la Ley de Murphy..
El aprendizaje es algo innato al ser humano, ¿por qué vas a
ponerle trabas?. Déjate llevar y aprende a aprender. No existe una fórmula
exacta para garantizar el éxito en todo aquello que hagas pero sí existe la
certeza de que todo lo que aprendas podrá serte de utilidad algún día. Créeme,
de todo llegarás a aprender algo útil, hasta de las experiencias más terribles.
SI esto es así, imagina cuánto más aprenderás de todo lo que te gusta, te llama
la atención o, claro está, de aquellos conocimientos y habilidades que
necesitas para tu desarrollo a nivel profesional.
Te daré las pautas a seguir para que sepas qué necesitas
hacer, cómo reaccionar, ante las barreras del desconocimiento de una forma muy
sencilla, recordándote las cuatro fases o etapas del normal aprendizaje en el
desarrollo de competencias en función de cómo te sientes:
1º. Inconscientemente incompetente.
En este caso, no sólo ignoras lo que debes hacer sino que,
además, no tienes experiencia alguna. Por supuesto, dado que lo ignoras, no te
preocupas lo más mínimo en atajar tu propia ignorancia.
2º. Conscientemente incompetente.
Llegada esta fase, has adquirido el conocimiento necesario
pero aún te falta ponerlos en práctica. Te falta de experiencia y, aunque
resulta ciertamente incómoda cuando comienzas a desarrollar las habilidades por
falta de seguridad en lo que haces.
3º. Conscientemente competente.
Adquiridos los conocimientos y la experiencia suficientes,
la habilidad se completa con éxito a costa de aplicar atención y concentración
a la hora de ejecutarse. Se alcanza un primer grado de capacitación efectiva o
suficiente.
4º. Inconscientemente competente.
La habilidad en sí llega a convertirse en un hábito, ganando
en seguridad y efectividad. La consciencia puede dejar espacio para otras cosas
y se alcanza el nivel deseado de capacitación efectiva plena.
Fuente imagen: noticierodigital |
Ni que decir tiene que estas fases deben repetirse cada vez
que surjan nuevas necesidades de aprender, incluso sobre aquello que ya
sabíamos, porque todo está en constante cambio y lo que hoy es novedad –especialmente
en el sector tecnológico- mañana queda obsoleto. Como ves, no se trata de
aprender por aprender, sino de desarrollar la competencia a través de tu propia
reacción. Se me viene a la cabeza esta frase: “Si no hay acción, no hay
revolución”.
Y ahora que conoces o que te he recordado las cuatro fases,
¿no te has preguntado si las pones en práctica?. No lo dudes, no tienes nada
que perder, especialmente, si estás en desempleo y buscas trabajo. En este caso, repitamos juntos el proceso:
- Lo primero es definir tu estado de consciencia y tu nivel de competencia, puesto que, si no estás dispuesto a reconocer tu condición de “parado” y tu necesidad de buscar trabajo, difícilmente podrás hacer gran cosa por ti y permanecerás en el limbo laboral de forma indefinida.
- Reconocida la condición del párrafo anterior, te sugiero que te pongas manos a la obra y no pierdas la oportunidad de formarte en materias que puedan afianzar tus candidaturas, orientadas siempre hacia un enriquecimiento personal y profesional que te pueda abrir puertas. Recuerda que debes actualizar el CV tras alcanzar nuevas competencias y conocimientos.
- En tercer lugar, si sabes qué eres y qué quieres, ya puedes generar tu propia marca personal y elevar tu perfil a las cotas más altas posibles entre consultoras y empresas a través de webs corporativas, portales de empleo y redes sociales, sin olvidar, por supuesto, autocandidaturas y presentaciones insitu si fueran necesarias. Procura mantener más de un contacto con ellos para que no caigas en el olvido y sepan que existes, especialmente si tu currículum ha sufrido algún cambio de relevancia que pudiera aportar un plus en tu candidatura ya definida.
- Por último, mantén el nivel de formación contínua en toda disciplina que pueda ayudarte a encontrar trabajo en lo que más te interese. Cuida tu imagen “corporativa”, esa que debes vender a través de las redes sociales y a tu entorno más directo en pro de alcanzar el objetivo de empleabilidad marcado y, sobre todo, no dejes de creer en ti: “la confianza en lo que haces te ayudará a ser tú mismo”.
Este proceso debe ser dinámico y no puede detenerse en
ninguna de sus fases si quieres sacar partido a tu enorme potencial. Por tanto,
depende sólo de ti darle el ritmo oportuno para que consigas poner en marcha tu
aventura hacia un nuevo trabajo.
¿Estás dispuesto? Mi agradecimiento a Luisa A.
por su generosa contribución
en la búsqueda de mi mejor yo
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