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Para
crear
controversia e invitar a algunos individuos a la censura -aún presente
en estos días, dicho sea de paso- nada más tendría que hablar de
política o de fútbol
y dejar patente una opinión que, a buen seguro, crispará la conciencia
de más
de uno. Pero no va a ser así: no meteré mis palabras en arenas movedizas
con
temas como esos que, para mí, ya han perdido fuelle y poco me motivan.
Sin embargo,
sí me voy a atrever con mi primer "post-historia" (o historia
convertida en post) para entretenimiento o posible deleite de unos y crispación
o decepción de otros. Un caso de ficción muy real para atacar una obtusa y
vacía actitud que, en ocasiones, se acomoda a nuestro lado, al lado del
trabajador, del candidato... Es el caso, triste caso, de Don Casi.
Don Casi era un hombre casi normal con una vida casi normal si no fuera porque casi nunca estaba conforme con lo que tenía y a todos decía que él se merecía mucho más de lo que le había tocado vivir: una rutina tras otra entre trabajo y casa, entre casa y trabajo, con apenas tiempo para distraer su angustia de querer ser más de lo que era... O sea, una vida casi normal.
Una mañana,
girando en su día a día, en su tediosa rutina, llegó al trabajo y lo llamaron
para que acudiera al despacho del jefe quien, según comentaban, había preparado
una reunión con él para ascenderlo a una posición más ventajosa en la empresa.
Camino del despacho, a pesar de esos comentarios, Don Casi seguía pensando en
voz alta que la vida no le trataba como se merecía y que el ascenso, a buen
seguro, sería insuficiente para llegar a valorarlo como él se merecía.
A pocos
metros del despacho, se detuvo, tomó aire y, al mismo tiempo que reinició la
marcha, pensaba que podría pedirle una posición aún superior acompañado de un
incremento notable de las condiciones económicas. No en vano, llevaba más de 20
años en la empresa.
Entró sin
llamar, seguro de sí mismo y con voz firme, soltó un intencionado “Aquí estoy,jefe”. Éste, sin inmutarse, siguió hablando por teléfono ante la atenta mirada
de Don Casi y, pasados unos segundos, le dedicó un gesto levantando la ceja e
indicándole el sillón para que tomara asiento. Apenas dos minutos eternos que
despertaron cierto desagrado por hacerle esperar.
Tras un
breve saludo, apenas sin mediar palabra, su jefe comenzó a relatar sobre la marcha de
la empresa y su labor en ella, de su crecimiento y, especialmente, de los años
que llevaba en ella. Don Casi, desabrochó el botón de su chaqueta, notaba cómo su gran momento se acercaba y,
esbozando una cierta sonrisa, quiso añadir su comentario y dijo: “Lleva usted
razón. Le agradezco que valore como es debido los años en la empresa”.
La
conversación no duró mucho más, pues apenas dos frases después, se oyó un
tremendo:
Fuente imagen: 20minutos |
Don Casi así lo hizo
y, ya camino de casa, paró en un bar a tomar algo. Bebía sólo y, habiendo
vaciado las dos primeras copas, quiso entablar una conversación con el camarero
(c) :
+ Qué vida más triste,
amigo.
c - Bueno, la vida hay que tomarla como viene.
c - Bueno, la vida hay que tomarla como viene.
No sabía
cómo soltar que le habían despedido (a él, que llevaba tantos luchando por la
empresa). Volvió a pedir una tercera copa y, mientras la servía, aprovechó y
dijo:
+ La vida es una
mierda. Hoy, después de más de 20 años me han echado de mi empresa. Esa empresa
me debe mucho a mí y es lo que es gracias a las horas que personas como yo les han regalado.
c - Vaya por Dios… Lo lamento. No se preocupe, verá como pronto le vendrá un golpe de suerte que le cambiará la vida.
c - Vaya por Dios… Lo lamento. No se preocupe, verá como pronto le vendrá un golpe de suerte que le cambiará la vida.
Fue nombrar
la palabra "suerte" y se le fue la mirada a los décimos de lotería que estaban
cogidos con una pinza al cristal de la vitrina. Uno terminaba en siete y el otro
en cero. Le pidió uno del cero, apuró su copa y pagó la cuenta. Ni siquiera se
despidió.
Cuando llegó
a su casa, no había nadie. Su mujer había salido y sus hijas estaban en la
universidad. Aprovechó para ponerse cómodo, se sirvió algo y se puso a picar
mientras veía la televisión. Cuando llegó su mujer, se sorprendió verle tan
temprano, aunque él se justificó diciendo que su jefe le había dado unos días
libres porque estaba muy satisfecho con su trabajo.
En realidad,
pensaba que “casi” decía la verdad, porque seguramente volverían a llamarle y
no dejaría de ser más que un simple descanso o mini vacaciones. Pasados dos
días, aún sin decirle nada a ninguna persona de su entorno, salió a dar un
paseo y entró en un bar, tomó el periódico, se sentó en un taburete y pidió un
café.
Algo leyó
que le cambió la cara… Cuál sería su sorpresa cuando pudo leer entre titulares
que el primer premio de la lotería había tocado en un barrio de su pueblo. Se
levantó de un brinco, dejó unas monedas para el café y corrió hacia aquél bar
donde tomó las copas que, casualidades de la vida, estaba en ese barrio. A
medida que se iba acercando, podía ver
un grupo de personas y, entre ellas, cámara en mano, un reportero fotográfico
de un conocido medio de comunicación. Con décimo en mano, gritó “¿Cuánto,
cuánto ha tocado?” y se unió al grupo.
La triste
historia de Don Casi seguía siendo igual de triste: había tocado el número
acabado en siete y no el que él compró que lo hacía en cero. Al día siguiente, como de costumbre, paró en el
bar, tomó el periódico y pidió un café. Algo leyó que le cambió la cara… ¡Otra
vez!. En esta ocasión, había salido en la foto alzando la mano con el décimo.
En la barra, había una persona que le reconoció y le felicitó. Era el camarero
del otro bar, el mismo que le vendió el décimo aquél, ¿recuerdas?.
Entonces
éste le dijo:
c - Se lo dije, la vida da muchas vueltas y estaba seguro que
le vendría un golpe de suerte. Se lo dije. Me alegro mucho por usted.
+ Ahm, vale. Gracias, pero “casi” me tocó... Llevaba el cero y no el siete.
+ Ahm, vale. Gracias, pero “casi” me tocó... Llevaba el cero y no el siete.
Y con las
mismas, se giró, dejó unas monedas en la barra y se marchó.
Fuente imagen: bode-design |
Por eso, si
alguna vez no te van bien las cosas y sientes que no te valoran, si ves como el mundo se hace cada vez más
pequeño hasta el punto de creer que no queda espacio para ti, si oyes en tu
interior como tu destino te pide que pongas la otra mejilla… No caigas en los
mismos errores de Don Casi: sé humilde, más generoso aún y, sobre todo, más
agradecido que él. Sólo así te librarás de esa cara triste que todos escondemos
y que sólo sale a la luz si realmente queremos. Llénate de actitud positiva.
Ah, y no olvides que hoy el futuro se escribe incierto pero, también hoy, decides que que deseas hacer mañana. Acompáñate de tu mejor yo y sé constante en tus propósitos hasta descubrir lo mejor de ti...
Ah, y no olvides que hoy el futuro se escribe incierto pero, también hoy, decides que que deseas hacer mañana. Acompáñate de tu mejor yo y sé constante en tus propósitos hasta descubrir lo mejor de ti...
Líbrate de
Don Casi
2 comentarios:
Bonita historia!
Gracias, "Anónimo", me alegra qeu te guste.
Aún siendo ficción, estoy convencido de que se ajusta tanto a la realidad que cualquiera de nosotros o de los que nos rodean han posido atravesar un lance similar.
Saludos!.
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