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Posiblemente, desde bien pequeño, tu apellido ha sido para ti algo
más que una palabra, quizás todo un signo de distinción que, en los casos más
ilustres, anteponen el rancio abolengo allá por donde van -aunque he de decir
que esto cada vez se valora menos- y, en los más comunes, se limitan a ser una
combinación más o menos compleja de palabras que, en la mayoría de los casos,
no hace tener un nombre exclusivo pues siempre se entera uno de que hay no sé
cuantos sujetos con idéntico nombre.
Pero más allá de los nombres y, en
consecuencia, de los apellidos, debo decir que lo realmente es la persona que
hay tras ellos, los valores que los patriarcas han sabido transmitir a lo largo
de las generaciones e, indudablemente, los conocimientos y las tradiciones que
han sabido generar y mantener. Pues sí que dan de sí los apellidos, su
etimología y significado... Hasta el punto de abrir una puerta al estudio en
profundidad, la Heráldica, en el que no sólo se valoran y estudian los orígenes
de los mismos sino mucho más. Pero, a decir verdad, estas líneas, a modo de
introducción, pueden servir, pero no definen el tema que deseo abordar que,
como podrás comprobar a continuación, va más lejos de un mero estudio
etimológico de tu apellido.